Hay un pensamiento del escultor vasco Eduardo Chillida, que siempre me ha sorprendido, y al que más de una vez me he referido, y es la relación que él establecía entre la música de Bach y el ritmo del mar. Chillida, como todos los buenos artistas y poetas, era una persona enormemente intuitiva y basaba precisamente su conocimiento en esta percepción única de las cosas.
He querido explorar si más allá de la mera intuición del artista, existe una relación entre la música de Bach y la naturaleza.
En los años ochenta, Benoit B Mandelbrot , un matemàtico que trabajaba en el centro de investigación de IBM en París, publicó un impresionante libro que tituló “The Fractal Geometry of Nature” (La geometría fractal de la naturaleza) en donde establecía las bases de una nueva forma de acercarse y comprender los objetos naturales que superaba las limitaciones de la geometría clásica.
Mandelbrot creó la palabra “Fractal” como una derivación de la palabra latina “Fractus” que quiere decir fragmentos, es decir el resultado de romper algo. Fractus al mismo tiempo quiere decir irregularidad. Los fractales son pues fragmentos irregulares; pero además tienen una perspectiva de escala, su grado de fragmentación y de irregularidad es idéntico en todas las escalas en donde los estudiemos: desde las más amplias a las infinitesimales. Si hacemos un zoom desde una macroestructura, los fractales se repiten conforme nos vamos acercando cada vez más, y se pueden prolongar hasta el infinito. Mandelbrot definió también las funciones matemáticas que caracterizan una distribución fractal.
Muchos elementos de la naturaleza pueden entenderse como un un conjunto de fractales, y de hecho desde el trabajo de Mandelbrot, el estudio de los fractales se han aplicado prácticamente a todas las ciencias: desde la astronomía a la biología, pasando por la botánica y la geología. Las olas del mar pueden estudiarse también desde esta perspectiva y se ha podido observar en ellas una distribución fractal.
Al inicio de los años 90 Keneth H Xhü y su hijo Andreas, basándose en la concepción de Einstein de que la música podía entenderse como un conjunto de ondas sonoras, definibles por su frecuencia y su amplitud, comprobaron, utilizando varios fragmentos de Bach, que tanto las frecuencias como la amplitud de las ondas sonoras de sus composiciones, tenían una distribución fractal .
Más allá de la mera intuición del artista, los fenómenos de la naturaleza, incluyendo las olas del mar, y la música de Bach tienen pues un hecho en común: su estructura fractal.
Mandelbrot llamó ya la atención en su libro sobre la belleza plástica de las representaciones gráficas de algunas estructuras de fractales y su relación con el arte. Resulta sorprendente que algunas representaciones de fractales incluidos en su libro, podrían recordar, si bien muy lejanamente, a alguna de las obras gráficas y escultóricas del artista vasco.
Chillida podría haber llegado a las estructuras fractales, en su obra gráfica y en su escultura, no de una manera formal, estudiando la teoría de fractales o a través de la computación, sino por medio de su potente intuición de artista, esa misma intuición que también le hizo llegar a comprender muy profundamente la relación entre la música de Bach y las olas del mar Cantábrico en la bahía de La Concha en San Sebastían , mucho antes de la aparición del libro de Mandelbrot.
El Peine del Viento de Eduardo Chillida en San Sebastian
Elogio del Horizonte de Eduardo Chillida en Gijón.
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