Una de los mayores atractivos de La Granja es el contemplar el paso de la estaciones, que es mucho más marcado e intenso aquí que en otros sitios. Me gusta en cada estación , después de pasear por el campo , por el pinar o por la parte alta del jardín, volver sobre el libro de Pla , y leer los capítulos que corresponden a la estación que estoy sintiendo . No tiene quizás mucho que ver el Ampurdán con este lugar en la ladera norte de la Sierra de Guadarrama, pero el paso de las estaciones y las reflexiones de Pla alrededor de ellas, son en muchos aspectos perfectamente aplicables a este otro lugar.
Hay una primera edición de “Las horas” titulada “La huida del tiempo”, pero Josep Plá sigue recogiendo posteriormente impresiones y reflexiones sobre las estaciones que al final publica, bajo el título de “Las horas”, en un volumen de cerca de 550 páginas. Yo conservo un ejemplar de los dos libros, pero normalmente vuelvo sobre “Las horas” porqué me parece más completo.
“Mi actual sedentarismo”, escribe Pla en el prólogo de “Las horas”, me ha llevado a pensar y a describir el paso del año en lo que este paso tiene de más permanente e invariable, y de los papeles que de esta extraña ocupación han surgido, ha nacido este libro”.
“Las horas” está lleno de un lirismo y de un sentimiento muy profundo de la naturaleza y de la vida, que Pla , llevado a veces por un incomprensible pudor de hombre duro, intenta disimular sin conseguirlo.
En el mismo prólogo de “Las horas” , Pla escribe esta frase esclarecedora: “Aunque la presión del paso del tiempo es dolorosa y a veces insoportable, soy partidario de no eludirla, porque mi experiencia me lleva a creer que solo quienes sienten ese dolor sordo -o agudo- aprovechan la vida, en el sentido más general del término, y aprovechan para tener alguna idea de sus maravillas”.
Muchos de los papeles de Josep Pla que dan origen a este libro están escritos en los años cincuenta y sesenta cuando el Ampurdán , Cataluña y España, comenzaban a pasar de una sociedad rural, en la que Pla se encontraba muy a gusto en la casa de su pueblo, a otra sociedad invadida por el turismo y una creciente industrialización, que tendía a hacer desaparecer , a pasos agigantados, aquella otra sociedad , en la que él había nacido y crecido, mucho más en contacto con la tierra y con la vida, y por ello también, con la naturaleza y con el paso de las estaciones. Quizás ante este cambio y esta transformación acelerada, surgió la idea de Pla de intentar inmortalizar lo que en el cambio de las estaciones pudiera haber de permanente y que no es otra cosa que el retornar cíclico, el eterno retorno de los movimientos del sol y de la luna en relación a la tierra, de los equinocios y de los solisticios, y de la vida de la naturaleza y de los hombres en torno a ellos.
Como Josep Pla en su casa del Ampurdán , a mí me gusta también, sabiendo como él que en muchas ocasiones es un ejercicio doloroso, contemplar en La Granja el paso y la huida del tiempo, y al mismo tiempo comprobar su permanenecia en el movimiento cíclico en las estaciones.
En estos últimos dias de octubre en La Granja, como hace varias decenas de años en el Ampurdan : “El aire es frio. Al atardecer, se suspenden, sobre la tierra los humos morosos del otoño, las lonchas perezosas de la neblina”