Cuando era niño, desde una de las ventanas de la casa de mis padres en Madrid, veia ponerse el Sol cada tarde sobre el horizonte lejano. A un lado del horizonte se elevaba la Sierra de Guadarrama, algunas de cuyas cumbres, en el mes de diciembre, estaban ya nevadas.
Uno de los más grandes descubrimientos de mi infancia entonces , fue el percatarme de que la puesta de el Sol no ocurría siempre en el mismo punto del horizonte. En el verano este punto se desplazaba hacia el norte , hacia la Sierra, y en el invierno lo hacía el sur , hacia la meseta. Lo que a mí me explicaban en el colegio sobre el movimiento de la Tierra y del Sol, era que la Tierra, al contrario de lo que habían creido los antiguos, giraba alrededor del Sol , y esto había sido el fundamento de la Revolución Copernicana. Lo que yo veía, sin embargo, era el Sol desplazandose alrededor de la tierra y moviendo su punto en el ocaso en el horizonte. Esto era lo que todos los hombres habían visto desde la prehistoria y , a pesar de Copérnico, lo que seguimos viendo en la actualidad. Es la realidad inmediata de la Tierra y el Sol, tal y como se nos presenta, lejos de las construciones matemáticas de nuestras mentes.
Si observamos la salida y la puesta del Sol, hay dos momentos del año en que la salida y la puesta coinciden exactamente con el Este y el Oeste. Estos son los Equinocios de Primavera (21 de marzo) y de Otoño (21 de septiembre). A partir del Equinocio de Otoño, el Sol se va poniendo cada vez más al sur y este movimiento llega a su máximo en el Solsticio de Invierno , el 21 de diciembre. A partir de este momento, el punto del ocaso empieza a desplazarse hacia el norte, cruza de nuevo el punto del Oeste , en el Equinocio de Verano, y sigue desplazandose hacia el norte hasta llegar a su punto máximo el 21 de junio que es el Solsticio de Verano.
La altura máxima del sol lleva un movimiento que es paralelo al anterior , es máximo en el solsticio de verano y mínimo en el de invierno. La duración del día sigue también un ciclo similar , es la más larga en el Solsticio de Verano y la más corta en el Solsticio de Invierno con una duración igual del día y de la noche en los Equinocios.
La fiesta cristiana de la Navidad y la fiesta de Fin de Año, se asientan sobre otras fiestas mucho más antiguas y ancestrales alrededor del Solsticio de Invierno. Este es el momento en el que el dia es más corto, la noche más largas, el Sol está más bajo, los días son más frios. A partir de este momento el mundo empezará a renacer: los días serán progresivamente más largos, la trayectoria del Sol se irá elevando y cuando lleguemos al próximo Equinicio vendrá la explosión de la nueva Primavera. Nuestro organismo, que está ahora en sus momentos más bajos, sufrirá un ciclo parecido acompañando al Sol y a la Tierra. La vida en general participa de este mismo ritmo estacional, y parece dormir en estos meses frios y de corta luz.
Una de las cosas más bellas de la vida es este ritmo estacional , este ritmo que es sin embargo peremne. Celebremos en estos dias de Navidad y de Año Nuevo, este comienzo de un nuevo ciclo y extendamos nuestro amor y nuestra compasión a todos los seres sintientes que nos han de acompañar en este nuevo periodo ciclico y peremne que ahora empieza.