Cuando era niño, en los viejos textos de filosofía del bachillerato, sobre los que pintabamos aburridos monigotes en el tedio de las tardes lluviosas de octubre, se nos hablaba de la doctrina de los cuatros elementos de Empédocles. Más que los dibujos en colores de los átomos con sus electrones trazando sus perfectas y absurdas órbitas alrededor del núcleo, lo que a mí me atraía de las lecciones sobre la constitución de la materia del bachillerato , que casi siempre se repetía después en las primeras páginas de los textos de física y de química, era la vieja doctrina de los cuatro elementos: la tierra, el agua, el aire y el fuego, como elementos constituyentes de todo lo que existe y de nosotros mismos. ¡Que belleza y que fuerza la de estos cuatro elementos ! Y al tiempo: ¡ Que aburrimiento la de esos tristes electrones del modelo del átomo de Bhor, orbitando como un pequeño sistema planetario alrededor del núcleo!.
Al encontrarme en las iniciaciones del Lama Gangchen , guardados en pequeños cuencos sobre su mesa, los elementos simbólicos del agua, del fuego, de la tierra, incluso con el aire que el Lama ponía en movimiento con su abanico, me hacía retornar hacia la sencillez el calor y la claridad de aquellos años de la infancia , y me hacía reencontrarme con los cuatro elementos de aquellos viejos libros de texto.
Basandose en el sutra de los cuatro fundamentos de la conciencia, el monje de origen vietnamita Thich Nhat Hanh, propone un ejercicio de consciencia de los cuatro elementos en nuestro cuerpo: el agua, que supone el 75% de nuestro organismo; la tierra, que forma parte de la estructura dura de nuestros huesos y que llega indirectamente a nosotros a través de los alimentos; el aire sin el cual no viviríamos; y el fuego , simbolo del calor y de la vida.
A través de la conciencia de presencia de los elementos en nuestro organismo , nos sumergimos y nos integramos en el Universo, y transcendemos a nuestro propio cuerpo. Estamos compuestos de los mismos elementos del Universo y estamos condicionados a sus mismas leyes energéticas.
Más allá de las teorías físicas de la composición de la materia, de nuestra estructura bioquímica, de nuestra digestión , absorción y metabolismo. Más allá de nuestro mantenimiento energético y de nuestra regulación corporal, la teoría de los cuatro elementos en su antigua y potente sencillez nos deja un mensaje claro.
Si contaminamos el agua, que forma más del 75% de nuestro cuerpo, nos contaminamos a nosotros mismos. Si contaminamos la tierra , en donde crecen los alimentos que ingerimos, nos contaminamos a nostros mismos. Si contaminamos el aire que respiramos nos contaminamos también a nosotros mismos. Si perforamos la tierra y hacemos salir el petróleo, que no es sino basura y descomposición enterrada de otras épocas, nos exponemos a ensuciar el mar, el aire y la tierra de esta basura , y a través de ellos a nosotros mismos.
Volvamos a los cuatro elementos y sigamos luchando por limpiar y cuidar nuestro agua, nuestra tierra y nuestro aire. Entre todos, más allá de la tiranía absurda del crecimento desmedido que todo los destruye en beneficio de unos pocos que ya no saben que hacer con sus montañas de oro y de dinero, como aquél absurdo Tio Gilito de los comics del Pato Donald, intentemos volver al equilibrio.