Una mujer de mediana edad, delgada , con pelo rubio y rizado, nariz algo respingona, se acerca al Lama. Viste pantalón y chaqueta corta de color negro. El Lama , con su túnica anaranjada, y sus brazos descubiertos, su cabeza calva, del mismo color que sus brazos, está sentado en una silla sencilla. La mujer, un poco azarada, se sienta en otra silla encarandose a él. Están muy cerca, sus rodillas casi se tocan. No hay nada en medio de los dos: no hay mesa, ni ordenador, ni papeles en los que escribir. La mujer empieza a narrar su queja, su dolor. El Lama la mira, con semblante serio, fijamente a sus ojos. Observa cada movimiento de su rostro. En ese momento no existe otra cosa para él, que la cara de esta mujer y lo que intenta decirle. A ella le dedica su plena atención. Casi cuando la mujer comienza a hablar, el Lama coge con su mano izquierda la muñeca derecha de la mujer. Después, eleva con su brazo medio extendido, la mano de ella a la altura de su hombro. Con sus dedos el lama palpa el pulso radial derecho de la paciente.Tras unos minutos, el lama realiza los mismos movimientos con su mano derecha: agarra la muñeca izquierda de la mujer, la eleva a la altura de su hombro, y palpa el pulso radial izquierdo. Mientras la mujer sigue hablando, el lama sigue palpando los dos pulsos radiales de la mujer, con las dos muñecas a la altura de sus hombros. Las palmas de la mujer están hacia abajo, las del Lama hacia arriba. Hay una extraña unión en la figura que forman. Con sus brazos elevados , palpando los dos pulsos radiales de la mujer, con su atención completa en lo que ella le está diciendo, hay una expresión en la postura en el Lama de captación de la pena y el dolor de la mujer. Sin cambiar la postura , sin emitir ningún diagnóstico sobre el origen del dolor que la mujer tiene, el Lama la dice que la va a dar unas píldoras que la pondrán bien. Después el Lama abraza con fuerza a la mujer durante unos segundos. Ella se retira con cara emocionada y aún algo trastornada.
El Lama Gangchen es un extraordinario sanador. Es consciente del poder sanador de cada uno de sus movimientos , de cada uno de sus gestos, de cada una de sus palabras, del poder curativo de su propia persona. La posición de su cuerpo, su mirada, el contacto de sus dedos con las muñecas de la paciente, su actitud abierta a recoger el mal y el padecimiento de la mujer, sus palabras positivas , la fuerza que él ha concentrado en la píldoras que dará a la paciente, todo ello, tiene una enorme capacidad sanadora. Pero probablemnte sea a través de ese abrazo final , con el que cierra su encuentro, en donde él coloca toda su fuerza y su poder de sanación, en donde él expresa toda su inmensa energía y compasión, que la mujer recogerá en su propio cuerpo. A través de todo esto, aparentemente sencillo, pero de una sabiduría antigua y un simbolismo enormemente complejo, la mujer se sentirá aliviada, y este alivio , que proviene dierctamente de la propia capacidad sanadora del Lama, permanecerá en el tiempo a través de las píldoras en las cuales el Lama ha depositado su propia energía , su enorme compasión, su gran capacidad de sanación.