En un bar de la Pradera de Valsaín, hay un grupo de unos diez hombres que comen en una mesa grande. Lo hacen muy inclinados sobre los platos y no levantan la cabeza para mirarte. Ninguno de ellos pasa de los cincuenta años, y algunos, no llegan a los treinta.
- Celebran San Antonio. Dice otro hombre, algo más mayor, a los tres que van a iniciar con él una partida de cartas.
Fuera del bar , los días han empezado a hacerse más largos y un sol y una luz intensas se reflejan en la nieve que cubre la ladera norte de Peñalara. Cielo azul sobre la nieve blanca. El aire , como la luz , está claro y limpio.
Un calendario en la pared del bar señala que el lunes 17 de enero será San Antonio Abad y que el día 19 de enero habrá luna llena, la primera luna del año. Estos datos sobre las fases de la luna y sobre el santo del día, ya no se recogen en los calendarios en inglés de las oficinas de las ciudades. Importan poco estos datos en los despachos. Pero en los restos de vida rural que nos quedan, siguen diciendonos muchas cosas. La luna marca el ritmo de los meses; y las fiestas de los santos , señalan las viejas fiestas paganas a las que un día sustituyeron en el santoral. Muchas de estas fiestas paganas y antiguas coincidían con momentos importantes en el ciclo del año: cambios en la altura del sol , y en los pasos de las estaciones. Es posible que esta fiesta de San Antonio , tan cercana a la primera luna del año, indique el inicio del aumento de la duración del día que ya empieza a ser perceptible por las tardes. Llegará el ciclo de duración del día a su máximo en el mes de junio, la fiesta de San Juan. En muchos pueblos de España, no sé si aquí también en Valsaín, se encienden también grandes hogueras en San Antonio, como en la noche de San Juan.
Josep Plá , en su libro “Las horas”, sobre el que volveremos algún día, refleja el paso cíclico de la estaciones y del tiempo en El Ampurdán. En él habla Plá también de la fiesta de San Antonio.
En este día de San Antonio, cuando lo escribió Pla hace más de cuarenta o cincuenta años, se bendecían en su pueblo los caballos y las yeguas, los mulos y las mulas, los burros y las burras. Pero en aquella época, había tal predominio de los burros sobre las otras caballerías que a esta fiesta en su pueblo la llamaban de San Antonio de los burros. Hoy los burros , como la vieja vida rural, prácticamente han desaparecido.
Yo aún recuerdo decenas y decenas de burros, en algunas mañana de verano en Deva , Guipúzcoa, cuando yo era niño. Las mujeres bajaban de los caserios al mercado , con sus burros cargados de la hortalizas de sus huertos. Ataban sus animales a unas argollas que había en las paredes de las calles, y mientras estos se pasaban la mañana comiendo , defecando , orinando y rebuznando, las mujeres de los caserios hacían sus ventas y sus compras y discutían recitando sus retailas en un bello vascuence que a los niños veraneantes nos admiraba por lo mágico e incomprensible. Nos impresionaban también a los niños de ciudad aquellos apéndices urinarios telescópicos a través de las cuales los burros llenaban de aguas malolientes las calles del pueblo. No creo que haya ya muchos burros en los caserios de los alrededores de Deva y de Itziar, ni que las caseras sigan bajando montadas en sus burros. por los caminos del monte a los mercados de los pueblos.
En Valsaín, los mulos han sido durante décadas parte importante de la vida en el pinar. Arrastraban los largos troncos del pino albar , derribados por el viento o por las hachas, y cargaban la leña de los gabarreros por los caminos. Los caballos, por su parte, han sido durante varios siglos el principal medio de transporte para el hombre en el pinar. Los caballos les hacían llegar, pronto y sin resuello, a los puertos sobre la nieve, y les conducían hacia sus hogares al caer la tarde. Gracias al caballo, más de uno salvó su vida , cuando perdidos en el pinar, al caer una cruda noche de invierno , supo el animal encontrar el camino hacia la llanura y el pueblo.
No es pues de extrañar, de que a pesar de los camiones todo terreno y de las máquinas, se siga celebrando en Valsain la fiesta de San Antonio, y que el cura de la iglesia siga bendeciendo a los caballos y a los mulos. Ellos eran importantes compañeros del hombre en el pinar y así se les reconoce aún. Cuando hoy ha terminado la ceremonia de la bendición de animales, los jovenes del pueblo, a la puerta de la iglesia, han hecho una demostración de corta de troncos con sus hachas. No han olvidado como sus abuelos trabajaban en el pinar con la fuerza de sus brazos, y como se ayudaban con la potencia de los mulos y caballos a moverse por el monte y a acarrear los troncos y las ramas de los pinos.
Quizás también alguno de ellos se haya dado cuenta, al mirar hacia la sierra en esta luminosa mañana de mediados de enero, de que los días habían empezado a hacerse más largos, que la luna estaba creciendo por primera vez en el año, y que el ciclo de la vida en el pinar iniciaba de nuevo, lentamente, apenas aún perceptible, su camino hacia la áun distante primavera.
16 de enero de 2011