Uno de los mejores ejercicios de humildad que podemos hacer los que hemos sido instruidos en la aplicación de la metodología científica a la medicina, es volver hacia atrás y revisar algunos de los dogmas que han sustentado la práctica médica de las generaciones anteriores.
Las doctrinas hipocráticas han sido uno de los más importantes fundamentos de la práctica médica desde el siglo IV a. C. hasta bien entrado el siglo XIX. Por ello, el volver sobre estos textos puede ser un ejercicio importante de indagación sobre nuestros orígenes como médicos y sobre el inicio remoto de nuestra forma de pensar.
En el último volumen de los tratados hipocráticos editados en castellano bajo la dirección de Carlos García Gual, hay una pequeña obra misteriosa, fragmentaria e incompleta, denominada “Sobre las semanas”.
En la primera parte del tratado el autor intenta demostrar que todo lo que existe: el universo, el cuerpo humano, la tierra… O tiene siete partes, o está organizado en múltiplos del siete. Este sistema septagenario forma la estructura mental sobre la cual estos antiguos médicos griegos intentan explicar la naturaleza, el hombre y la propia enfermedad.
La vida del hombre, por ejemplo, se explica en siete etapas cada una de las cuales , a su vez, se interpreta por los múltiplos del siete:” el niño lo es hasta los siete años y la caida de los dientes; el chico hasta la aparición del semen , hasta que alcanza dos veces siete años; el muchacho hasta que la barba cubre las mejillas, tres veces siete años; el joven hasta que crece todo el cuerpo, hasta cuatro veces siete años; el hombre hasta los cuarenta y nueve años, hasta siete veces siete años; el de edad avanzada, hasta los cincuenta y seis años, hasta siete veces ocho; después ya es anciano.”
La resolución espontánea de las fiebres, lo que los antiguos griegos llamaban “crisis”, aparece también a los siete días , o en periodos de múltiplos de siete, normalmente no más allá de los catorce días. Este mismo sistema se aplica a otras muchas realidades: la estructura del cuerpo humano, la estructura de la tierra, el sistema astrológico, el paso de las estaciones…
Este sistema de conocimiento basado en el número siete y en sus múltiplos, forma, en cierto modo, como hemos dicho, la estructura mental sobre la que estos hombres intentaban explicar toda la naturaleza y el mundo. Es lógico pensar que pronto, otros médicos se darían cuenta de la insuficiencia del modelo para explicar los hechos que observaban, e inventarían otro sistema que los explicara mejor. Sin duda el origen del sistema estaba basado en la observación directa de algunos hechos, pero con el tiempo, el modelo se transformó en una especie de corsé mental a través del cual intentaban explicar todas las nuevas observaciones.
Thomas S Kunh estableció el concepto de paradigma, para intentar explicar el conjunto de reglas y leyes que rigen el conocimiento científico en cada época. Cuando este paradigma es insuficiente para explicar la realidad, aparece una crisis, y emerge un nuevo paradigma que se adapta mejor a la realidad de los hechos observados.
Estos viejos médicos hipocráticos, sin duda, estaban condicionados por su, en muchas partes, caduco paradigma, pero nosotros , los médicos del siglo XXI, tambien lo estamos por el paradigmo científico que nos envuelve. Un paradigma bastante más complejo basado en la biología molecular, la genómica, la proteonómica, las nuevas técnicas de imagen y modelos matemáticos infinitamente más complejos que el sistema del número siete.
La medicina occidental, gracias a este paradigma científico, tiene actualmente magníficos recursos para diagnosticar y resolver de forma adecuada gran número de enfermedades y de trastornos, pero las consultas médicas están, cada vez más, repletas de personas que sufren por problemas no directamente relacionados con sus trastornos orgánicos y en los que las más sofisticadas técnicas bioquímicas y de imagen, no logran encontrar nada que explique su sufrimiento. Estas personas generan una demanda cada vez más grande de recursos diagnósticos y terapeúticos. Pero al final, a la mayoría de ellos, el actual sistema no podrá ofrecerles ninguna solución. Las bases de su sufrimiento, en muchos casos, tiene un dimensión psíquica y, ¿Porqué no también decirlo?, profundamente espiritual.
La aproximación a una medicina del alma , a una medicina espiritual con la que paliar este sufrimiento no parece ser posible desde nuestro paradigma científico actual. Sin embargo, a juzgar por su uso cada vez más numeroso por la población occidental, muchos de los antiguos sistemas médicos basados en asunciones no explicables a través de nuestro sistema científico actual pudieran ofrecer soluciones al algunos de estos problemas.
En algunos paises económicamente más desarrollados se ha empezado a desarrollar una “medicina integrativa” que ofrece los remedios de la medicina científica, y también aquellos remedios de las “otras medicinas” cuya eficacia ha sido ya contrastada de forma empírica, aunque no puedan ser todavía explicadas a través de nuestro paradigmo científico.
Quizás, a través del desarrollo de métodos adecuados para evaluar de forma contrastada la eficacia de los remedios terapeúticos de las antiguas medicinas y de los métodos tradicionales de sanación, puedan establecerse las bases de un nuevo paradigma, capaz de aunar los viejos remedios y las dimensiones más auténticamente humanas de la enfermedad rechazadas todavía en nuestro paradigma actual .
Pero el primer paso para ello es intentar liberarnos de nuestros corses mentales que, de la misma forma que a los médicos hipocráticos a través del sistema basado en el número siete, nos siguen condicionando nuestra visión de la realidad.
9 de enero de 2010